Exorcizando el silencio que por años se ha tenido frente a la muerte de Libardo Antonio Rengifo Vargas, el joven licenciado en Filosofía y Letras egresado de la Universidad de Caldas en 1987 cuando tenía 27 años, fundador de Cootranscafé en Palestina, Caldas. Durante su vida fue asesor de trabajadores y defensor de Derechos Humanos. Humanista, solidario, equitativo, compartía con gran facilidad, además del saber, lo que tenía. Todas estas cualidades dejaron en su entorno huellas imborrables. Cuenta un sobrino suyo que en la integración familiar cuando Libardo regresó de formarse en la Unión Soviética, y oponiéndose a otras voces en la familia, vinculó a los niños en las rifas de los detalles traídos de esa tierra lejana, lo que le permitió ser el ganador de una preciada cuchara de madera que guarda como un tesoro. Este hecho representó para su sobrino un claro gesto del sentido de equidad e igualdad de derechos para todos que tenía su tío, ejemplos que contribuyeron a su formación personal desde la infancia. Así era Libardo, quien desde muy joven asumió desafíos, como el hacer una biblioteca en el municipio que lo vio nacer, Palestina, la colina iluminada de Caldas, tierra cafetalera que contaba solo con la biblioteca escolar de las Hermanas Terciarias Capuchinas. Juntó sus sueños y deseos infantiles con los de otras personas de su edad, el talento, el querer dar, enseñar, pensar, e impulsó la realización de la Marcha del Libro por todo Palestina, para desembocar en la creación de la Biblioteca pública “Calixto Botero”, ubicada en la casa de la cultura del municipio. Corría el año 1976 y, aunque Libardo Antonio tenía apenas 13 años de edad, ya pensaba en grande, se perfilaba como un líder. Era un libertario, un hacedor de sueños.
En la casa donde pasó su infancia y juventud, doña Carmen, su madre, una señora dulce, alegre, hace el ritual de empolvarse, se arregla para contar los recuerdos latentes del pasado, como que su hijo no tomaba, que era muy respetuoso y que trataba bien a todos. Recorrió el dolor de esos días y repitió las palabras de su amoroso hijo nacido el 1 de enero de 1962: “no debo nada, no he hecho nada; del pueblo no me voy, de alguna cosa tenemos que morir”. Y concluye la embellecida señora: “…para decir mentiras hay testigos, para decir la verdad no aparece nadie”. La dulce madre de Libardo con su mirada en el infinito planteó “ojalá se haga justicia… y sí, estoy recordando; sí, a los que están en la memoria, la memoria siempre está y ellos nunca se van”.
Una noche de noviembre de 1988 en la antigua Terminal de Transportes de Manizales, Libardo Antonio tuvo un encuentro casual con una camarada suya, militante del Partido Comunista Colombiano; eran tiempos de desapariciones, torturas, asesinatos selectivos… no pudieron saludarse, sus recuerdos quedaron suspendidos en la memoria, solo sonrieron desde la distancia esta vez. Los enemigos de la paz estaban cerca: habían surgido grupos paramilitares, uno de ellos conocido como Muerte a comunistas (MAC) creado entre 1985 y 1986 para las regiones de Armenia (Quindío), Pereira (Risaralda) y Manizales (Caldas), y Libardo ya había recibido amenazas por su liderazgo entre la población, por ser el coordinador de la Unión Patriótica en Palestina, por ser del Partido Comunista, por ser dirigente agrario, por ser defensor de los Derechos Humanos en Caldas. Su vida se encontraba en constante riesgo. El soñador, el solidario, el de mirada larga hacia el futuro, despegó sus pasos, sus ojos se ensombrecieron, miró hacia atrás y no sonrió esta vez. Se subió al bus con rumbo hacía su pueblo natal; el aire era cálido y la ciudad estaba oscura.
Un día Libardo Antonio Rengifo Vargas sufrió el dolor y la rabia por el asesinato de uno de sus amigos más allegados, el maestro y camarada partidario, Luis Alberto Cardona Mejía, con quien integró el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, CPDH Caldas. Fue una despedida fogosa de reconocimiento y de denuncia que culminó con el siguiente compromiso: “Se va el maestro. Pero vete tranquilo, maestro, que tus alumnos seguimos con las banderas enhiestas”. Un mes después, el domingo 30 de abril de 1989, cuando iba de paseo con sus amigos y su novia para La Rochela en una camioneta, Libardo se bajó para comprar un pollo asado a la salida de Palestina. Al intentar subirse de nuevo al transporte, un sicario se le acercó y lo dejó con múltiples heridas y sus sueños hechos pedazos. Se va sin ser su tiempo el 2 de mayo, cuando su vida apenas sumaba los 29 años, una partida temprana y obligada que da por terminados sus preparativos de matrimonio y sin que conociera la hija de dos meses de gestación. Eran momentos de crisis en los que la vida no valía nada para algunos, pero para Libardo Antonio Rengifo Vargas la vida valía todo. Hoy es recordado, admirado y reconocido por lo que hizo en favor de su pueblo, integrando la galería de personajes notables.