En un documental llamado Recuerdo indeleble, una mujer vestida de color lila y con mirada serena, habla del hombre con quien se casó en 1992 y con quien tuvo dos hijos. Lo describe como “una persona muy activa, dada a los demás, muy humanitario y comunitario que podía quedarse sin nada, pero le daba el agrado de ayudar a las demás personas”. Así hablaba Mercedes Tapasco de su eterno compañero Gabriel Ángel Cartagena, el técnico agropecuario del Sena que nació en Sipirra, Caldas; hijo de Ismaelina, hermano de Ernesto y Amparo; que recorrió municipios enseñando lo que sabía; del indígena del resguardo de Cañamomo Lomaprieta. Reportaje hecho en 2016 a Gabriel Ángel Cartagena donde se incluye una composición musical hecha en su honor. CRÉDITOS: Aguirre Producciones.
Gabriel Ángel, un hombre alto y corpulento, con gran liderazgo, de personalidad arrolladora, honesto, del Partido Comunista Colombiano, era además un hombre desprendido de las cosas materiales. Muestra de ello era que repartía el mercado de su hogar con la complicidad de Mercedes. Ese hombre «supremamente social, dicharachero, unas veces con humor y muy solidario [con ese] “¡listo, chino!, vamos a solucionar el problema”», se puso en la mira de los grupos paramilitares aguantando cartas amenazantes, recibiendo sufragios y calumnias, durante las dos ocasiones en las que fue cabildante por tres años, gobernador indígena en dos oportunidades y, por último, candidato a la Alcaldía de Riosucio, Caldas.
Las amenazas eran selectivas, continuas, estigmatizantes, intimidatorias; tenían implícita a su familia que tuvo que desplazarse para sobrevivir. En diciembre de 1996, el entonces secretario de Gobierno de Riosucio afirmó ante los medios de comunicación radiales y escritos que “los gobernadores de las parcialidades indígenas de Riosucio tienen claros nexos con la guerrilla”. Esta irresponsable y falsa afirmación de un representante del Estado, registrada en la publicación "Situación de derechos humanos del pueblo indígena Embera Chamí de Caldas", llevaba implícita una autorización para que se persiguiera a la comunidad indígena de Riosucio, Caldas, y a sus líderes y familiares, como en los casos de José Gilberto Motato cuando participaba en la contienda electoral (1998) y María Fabiola Largo Cano (2002), excandidata a la Alcaldía de Riosucio.
Estas eran las condiciones en las que el gobernador indígena Gabriel Ángel Cartagena se movía: realizaba con dignidad su trabajo comunitario y social en medio de la zozobra. El terror era constante. Valientemente resistía, no cedía a las pretensiones mezquinas oscurantistas, detrás de las cuales estaban las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). El Estado sabía de lo que estaba pasando con él y muchos más del territorio indígena Embera Chamí.
No valieron las denuncias ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ni siquiera le sirvió contar con la protección de ese organismo, pues un domingo cerca de la una de la tarde del día 8 de junio de 2003, el transporte en que se movilizaba hacia el resguardo de San Lorenzo para presentar su candidatura a la Alcaldía de Riosucio, fue atacado con armas de largo alcance y granadas por hombres que vestían prendas militares y civiles en el sitio llamado La Herradura. Asesinaron en esta masacre a Gabriel Ángel, Diego Suárez, Fabio Hernán Tapasco y Hugo Tapasco Guerrero. Sobrevivieron cuatro personas más, una de ellas, el médico tradicional de la comunidad indígena, manifestó que el levantamiento de los cadáveres se realizó seis horas después pese a que a cinco minutos del lugar se encontraba, por situaciones de orden público, el sargento encargado de los soldados campesinos adscritos al Batallón Ayacucho. Mientras tanto, Gabriel Ángel Cartagena le cumplía a su amada el compromiso de avisarle si algo le pasaba: ella se encontraba, producto del desplazamiento forzado, en otra ciudad con su hija de cinco años y el hijo de un mes de gestación, cuando sintió que le sonó una campanita en el pie. “Esa fue la señal, yo sabía que lo habían matado, y le dije a la niña… a su papá lo mataron. Desde entonces yo lo he visto. Él siempre ha estado con nosotros. Está en mis sueños”. Cuentan algunos de los sobrevivientes indígenas Embera Chamí que se sorprendieron mucho cuando ocurrió la masacre de La Herradura, a pesar de que los guías espirituales les habían dicho que estaban en riesgo. Y uno de ellos, Conrado de Jesús Reyes, el chamán y médico tradicional, expresa que sus sentimientos hacia Gabriel Ángel Cartagena son tan espiritualmente profundos que no lo ha podido olvidar y todas las noches hace un ritual recordando su memoria y la de los otros tres compañeros de infortunio vilmente asesinados. Los perpetradores materiales de la masacre de La Herradura donde fue asesinado Cartagena fueron, según las investigaciones judiciales, paramilitares integrantes del Bloque Cacique Pipintá, al mando de Pablo Hernán Sierra García, alías Alberto Guerrero condenado a 26 años y medio de prisión, el suboficial del ejército Jorge Arturo Osorio y Jorge Arcadio Villada García, candidato a la alcaldía de Riosucio por el Partido de la U. El asesinato de Gabriel Ángel fue un crimen de Estado, fue un crimen político, lo demuestran así las condenas, porque casi era un hecho que Gabriel sería alcalde de Riosucio; él tenía aceptación no solo de la comunidad indígena sino de la población en general. Se quiso impedir la participación política de este gran líder indígena y comunista militante, comprometido con la vida, con los elementales y con su familia a la que tanto amó. Él perdura en los corazones de quienes lo conocieron y en su amada: es el eterno compañero.